En los
templados días de agosto, con la marea del Cantábrico
Nació el
héroe de este cuento, nuestro pequeño pichón astur
No era
príncipe de un reino, era el rey del corazón de sus padres
De
ellos y de cuantos les querían, que le quisieron nada más nacer
Era el
pequeño hijo de un guerrero que conquistó Hispania
Lo
hizo a “cañonazos”; con el balón en una mano y una sonrisa en la otra
Un
guerrero que encontró en la calma de unos ojos de océano, su otro yo
Mezcla
perfecta de la quietud y fortaleza que tiene el mar
De esa
mezcla, llego el pequeño de las tres bondades
Admiración,
la que genera en todo el que lo mira
Amor
el que desprende, en cada uno de sus gestos
Alegría,
que sólo con su respirar es capaz de irradiar a su alrededor
Por
eso, nuestro pequeño pichón astur es un héroe.
Un
héroe que no necesita armas, para conquistar territorios
Que
crecerá y no necesitar envainar una espada
Sólo
tendrá que blandir su sonrisa y doblegará a todo el que se enfrente
Un
caballero que como escudo tendrá los brazos protectores de sus padres
En los
que se mecerá cuando no pueda caminar por el mundo
Los
que harán firmes sus primeros pasos
El
lugar donde empezará a disfrutar de la aventura que es vivir
El
lugar donde encontrará el refugio al terminar cada día
Para
volver a empezar a conquistar corazones, como desde su primer minuto de vida
Para
recibir de ellos un mensaje sin palabras que es el cariño
Un
lugar para descansar y volver a empezar
Con la
energía de las olas, cuando besan la playa de San Lorenzo
Que
chocan, se rompen, quedan en quietud y vuelven a empezar
Cómo
el sol, cuando termina de bailar por el cielo del paraíso astur
Incluso
cuando las nubes y la tormenta, no le dejan ser visto, el sol baila
El sol
baila, sabe que bajó el vive y va a crecer un nuevo héroe
Una
leyenda, la leyenda de su propia historia
El
Caballero Adrián, nuestro pequeño pichón astur
Un
guerrero, que descansa, caiga o no caiga la noche
Un
guerrero al que mecen las letras de su propio cuento